EL ESPÍRITU SANTO Y LA ORACIÓN
La espiritualidad y la oración van juntas. No hay vida espiritual verdadera sin oración vigorosa. Después de la necesidad del arrepentimiento, quizás una de las más urgentes y mayores necesidades sea la de crear un habito de oración. Las buenas nuevas son que incluso en nuestras oraciones no somos dejados sin la ayuda del Espíritu Santo.
La oración nos acerca a Dios. La oración de fe nos ayuda a creer y obtener en la abundancia de las promesas de Dios. La verdadera oración y la espiritualidad auténtica siempre tienen a Dios en el centro de nuestra atención, y ambas están fundamentadas en su Palabra. No deberíamos estar basando nuestra vida espiritual en nuestra experiencia inestable y en sentimientos subjetivos, ni enfocando nuestras oraciones en prácticas contemplativas y de meditación dudosas. Más bien, nuestra espiritualidad debe ser guiada por la Biblia, y seguir la voluntad de Dios tal como es revelada en su Palabra. Es el Espíritu Santo el que despierta en nosotros un deseo de buscar la presencia de Dios y orar los unos por los otros.
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Rom. 8:26, 27).
A. La oración: Uno de aspectos más importantes de la vida del
cristiano es la oración. La oración es la comunión del alma con Dios. Por medio
de ella el cristiano adora a Dios, lo ama, lo alaba por sus perfecciones, le da
gracias por sus misericordias, le confiesa sus propios pecados, le pide perdón,
se entrega a su voluntad, y pide bendiciones providenciales y espirituales
tanto para sí mismo como para los demás.
1 tesalonicenses 5:16-18. Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a
Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo
Jesús.
Jeremías 29:12. Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a suplicarme,
y yo los escucharé.
Salmo 18:6. En mi angustia invoqué al Señor; clamé a mi Dios, y él
me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó delante sus oídos!
B. El Espíritu Santo. El
Espíritu Santo es Dios, no es una fuerza o energía cualquiera. Es la tercera
persona de la Trinidad, compuesta por Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu
Santo. Mora en el corazón del creyente y capacita o empodera al pueblo de Dios
para que realice la obra que el Padre le ha encomendado hacer en este mundo.
Hechos 1:8. Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes,
recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y
Samaria, y hasta los confines de la tierra.
Aunque Jesús no estaría más sobre la tierra en forma
de hombre, gracias al Espíritu Santo la presencia de Dios sí estaría sobre cada
uno de sus hijos. Los capacitaría para ser sus testigos por todo el mundo. Hoy
todavía sigue siendo así. Cada uno de los que hemos recibido a Jesús como Señor
y Salvador tenemos el Espíritu Santo en nosotros. Nos ayuda a vivir en su
voluntad para llevar la presencia de Dios y su mensaje dondequiera que vamos.
Es el Consolador que nos acompaña y nos enseña
Y yo le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador
para que los acompañe siempre... Juan 14:16
Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya
porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy,
se lo enviaré a ustedes. Juan 16:7
Convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio
Y, cuando él venga, convencerá al mundo de su error en
cuanto al pecado, a la justicia y al juicio; en cuanto al pecado, porque no
creen en mí; en cuanto a la justicia, porque voy al Padre y ustedes ya no
podrán verme; y en cuanto al juicio, porque el príncipe de este mundo ya ha
sido juzgado. Juan 16:8-11
Nos guía en la verdad
Pero, cuando venga el Espíritu de la verdad, él los
guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá
solo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir. Juan 16:13.
C. ORACIÓN EN EL ESPÍRITU SANTO.
Los discípulos de Jesús pidieron en cierta ocasión,
‘Señor, enséñanos a orar’. No sabían cómo hacerlo. Hoy día podríamos pedir lo
mismo porque no es fácil saber orar. Una regla esencial de la oración, sin
embargo, con muchas implicaciones, es que oremos ‘en el Espíritu’. Esta
expresión se encuentra por lo menos dos veces en la Biblia.
Pablo dijo que los Efesios deberían estar ‘orando en
todo tempo con toda oración y súplica en el Espíritu’ (Efe. 6: 18).
Judas habla también y estar ‘orando en el Espíritu
Santo’ (Jud. 20). En Zacarías encontramos esta misma idea, aunque no la
expresión exacta, cuando el profeta, anticipado el de Pentecostés, profetizó:
‘Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu
de gracia y de oración’ (Zac. 12: 10). Zacarías predijo el derramamiento (para
usar la terminología pentecostal de Joel) del Espíritu sobre todos los
cristianos en Pentecostés. Oración significa pedir y suplicar. La profecía,
pues predijo que Dios derramaría en Pentecostés el Espíritu de oración al
derramar al Espíritu Santo.
Decir que los cristianos poseen el Espíritu de oración
en su vida equivale en esencia a decir que oran en el Espíritu. Así pues, en
efecto, esos tres pasajes hablan de la oración en el Espíritu Santo.
¿Pero qué significa orar en el Espírito Santo y poseer
el Espíritu de oración?
Ante todo, significa que, sin el Espíritu, la oración es imposible. Hay que advertir que incluso la oración de los regenerados proviene del Espíritu Santo. Abandonados a sus propias inclinaciones pecaminosas, el hombre sin el Espíritu maldeciría a Dios y blasfemaría.
Es obvio que a menudo no hace esto en forma abierta. Antes bien, un predicador modernista que niega a Cristo a veces puede ofrecer oraciones que parecen conmovedoras. Si ocurre así, es porque, aunque sin regenerarlo ni actuar en él en una forma salvadora, el Espíritu Santo lo protege contra el pecado exterior y lo estimula al bien externo, tal como la oración. Así pues, el Espíritu es necesario incluso en las oraciones de los no salvos. Pero estas oraciones no son agradables a los oídos de Dios. No son sino expresiones pecaminosas del corazón no regenerado. No ora para la gloria de Dios ni en fe. Claro que la oración del no cristiano es mejor que el blasfemar y maldecir, pero sin le fe en Jesucristo esa oración carece del motivo propio que la haría fundamentalmente agradable a Dios. Este tipo de oración no es la oración a que se refiere Judas y Pablo cuando hablan de ‘orando en el Espíritu’.
Para orara en forma aceptable a Dios y con poder, se
debe orar ‘en el Espíritu’ es decir, uno debe nacer de nuevo y experimentar la
presencia de Dios en sí mismo. Sin el Espíritu Santo que mora en nosotros, no
se puede ofrecer a Dios ninguna oración que le plazca. Porque el hombre está
muerto espiritualmente para todo lo bueno. No tiene vida espiritual en él. No
le importa orar a Dios. No le desea, y por ello no ora. Sin vida el cuerpo está
inerte; sin la savia de vida no hay fruto; si fuego no hay calor; y, de igual
modo, sin el Espíritu Santo no puede haber oración cristiana que sea oída por
Dios.
Por otra parte, donde está el Espíritu Santo, habrá poder, vida, fruto, y acción. Porque vivifica al alma muerta hacia Dios.
Por otra parte, donde está el Espíritu Santo, habrá poder, vida, fruto, y acción. Porque vivifica al alma muerta hacia Dios. Crea deseos nuevos dentro de su alma, de manera que ésta quiere comunicarse con Dios; e incluso no podrá dejar de orar a Dios. De hecho, se puede decir con exactitud que, si la persona no ora, está espiritualmente muerta; no ha sido convertido. Porque la persona que está ‘en el Espíritu’ debe orar, de la misma forma que la semilla colocada en terreno fértil y regado debe brotar. Si hay vida debe haber actividad. Y donde está el Espíritu de oración debe haber oración. Así pues, lo primero que hay que advertir acerca de la oración ‘en el Espíritu’ es que implica la presencia del Espíritu, por consiguiente, el deseo de orar.
“Al morar dentro del hombre, el Espíritu lo hará orar en la forma más aceptable a Dios, no debido a un don especial de oración, sino debido a la influencia santificadora que tiene consecuencias directas en la misma”
Por ejemplo:
El Espíritu Santo abre los ojos del hombre para que
vea en qué sentido debe orar. Debido al pecado, los ojos del hombre están
cerrados a la verdad en forma general. No puede ver bien. Esto es verdad sobre
todo en el caso de los temas de oración. Pablo dice que ‘qué hemos de pedir como
conviene, no sabemos’ (Rom. 8: 26).
Ante alternativas múltiples, no sabemos por cuál de
ellas debemos orar. Nos resulta difícil aplicar principios bíblicos a
situaciones concretas de nuestra vida, a fin de saber qué debemos pedir. A
veces ni siquiera entendemos los principios bíblicos mismos, ni tampoco
aquellas cosas que Dios ha revelado claramente que debemos pedir. Para que
nuestra oración sea fructífera, debemos saber cómo orar de acuerdo con su
voluntad. Porque ‘esta es la confianza que tenemos en él, que, si pedimos
alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye’ (1ª Jun. 5: 14).
Este es uno de los secretos del poder de la oración. Y una de las funciones santificadoras del Espíritu de oración es enseñarnos para qué orar a fin de que nuestra petición esté conforme con la voluntad de Dios. Ilumina nuestra mente entenebrecida a fin de que podamos ver los principios bíblicos y los sepamos aplicar correctamente a situaciones concretas.
D. ORACIÓN POR EL ESPÍRITU SANTO.
El Espíritu Santo no sólo nos hace orar. Sino que
también Él ora por nosotros. No sólo hay oración en el Espíritu Santo, sino
también oración por el Espíritu Santo. Encontramos esta verdad en:
Romanos 8: 26-27. Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. 27 Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
En ese pasaje Pablo nos habla de que es necesaria esa
oración por el Espíritu. Dice que estamos enfermos, es decir, débiles, ‘pues
qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos’. El cristiano no conoce sus
propias necesidades, y en consecuencia no sabe para qué ha de orar.
El Espíritu Santo ayuda, como hemos visto, iluminando la mente, de forma que podamos pedir las cosas correctas. Pero hace más que eso. En cierto modo ora también en lugar nuestro. Como dice el texto, ‘el Espíritu mismos intercede por nosotros’.
Esta intercesión no ha de confundirse con la intercesión de Cristo. La intercesión de Cristo ocurre en el cielo; la del Espíritu Santo en la tierra. La de Cristo está fuera de nuestro corazón; la del Espíritu, dentro del corazón. Cristo intercede por nosotros en asuntos de los que podemos muy bien tener conciencia; el Espíritu Santo intercede por nosotros en asuntos de los que quizá no tenemos conciencia.
Hay diferencia de opinión en cuanto a cómo debemos concebir esta intercesión. Algunos dicen que el Espíritu Santo simplemente mueve nuestra alma hacía deseos y anhelos que nunca adquieren forma clara porque son demasiado profundos. En otras palabras, ora por medio nuestro. Otros dicen que el Espíritu que mora dentro de nosotros intercede por Sí mismo, aparte de nosotros. Otra por nosotros. En oración por medio nuestro, si bien está en nosotros. En oración por medio del Espíritu y no por nuestro medio. En última instancia importa poco cuál de dos interpretaciones escojamos, porque el resultado es el mismo; el Espíritu Santo en una forma maravillosa colma nuestra necesidad. Ora a nuestro favor cuando nosotros mismos debiéramos haber orado, pero no sabíamos para qué orar. 1 corintios 2:10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.
Es una de las personas de la Trinidad. Sabe lo que está de acuerdo con la voluntad de Dios. En consecuencia, como dice expresamente nuestro texto, ‘Conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos’. La consecuencia es una oración que siempre recibe respuesta porque está de acuerdo con la voluntad de Dios.
¡Qué bendición tan maravillosa es tener a la tercera Persona de la Divinidad intercediendo eficazmente por nosotros en asuntos importantes de la vida, de acuerdo con la voluntad del Padre! Esta es la oración por el Espíritu Santo.
“Por consiguiente, ¡oremos! Oremos en el Espíritu,
oremos al Espíritu, y oremos para el Espíritu. Y el Espíritu orará por
nosotros”
Ismael Sánchez
Estudiante del IET
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